jueves, 23 de junio de 2011

ANFITRIÓN DE MIS RECUERDOS.

Todo el mundo se queja de su memoria pero nadie de su inteligencia, dijo el sabio una vez. Sin embargo, esta frase no es del todo cierta, porque yo sí me quejo de mi inteligencia. Aunque ahora no recuerde el nombre del sabio.
La memoria está tan relacionada con la felicidad, como la piel con el placer. Y con la memoria ocurre lo mismo que con la inteligencia: lo importante no es la cantidad que tienes, sino el uso que haces de ella. Hay personas que parecen muy inteligentes porque saben selccionar sus frases. Pero la verdadera felicidad no consiste en saber seleccionar las frases que impresionan, sino los recuerdos que nos emocionan.
- Y si todo el mundo sufre tanto por culpa del amor, ¿por qué no existe el cáncer de corazón? -me pregunta doña Adela.
En este mundo hay dos tipos de filósofos: los que sólo tienen preguntas y los que sólo tienen respuestas. Los primeros conducen el auriga de la sabiduría y los segundos la ignorancia de la mayoría. Al fin y al cabo, son las preguntas del hombre lo que le hacen grande, y sus deseos de resolverlas lo que le hacen hombre. Pero a lo largo de la Historia siempre ha habido mujeres que se han hecho preguntas. Y doña Adela practica el arte de la filosofía con la misma elegancia, y parecida soltura, que un campeón de hípica saltando obstáculos. Doña Adela podía haber sido mi suegra si yo hubiera admirado a su hija tanto com la admiraba -y la admiro- a ella.
- Pero aún no me has contestado por qué no existe el cáncer de corazón -vuelve a insistir.
- Quizá es porque las células del corazón se limitan a bombear sangre y no necesitan replicarse y crear nuevas, a menos que se produzca una lesión.
Por su forma de mirarme, intuyo que esperaba una respuesta más poética.
Por su forma de sonreir, compruebo que la he decepcionado.
Doña Adela esperaba otra respuesta porque está convencida de que yo debo estar a la altura de mi talento, un talento que yo sólo veo en su imaginación. A ella le encanta hablar de poesía cuando quedamos para merendar, porque sabe, como yo, que la poesía es el relámpago que ilumina el cielo de la filosofía.
Pero hablar de poesía no es sólo hablar de poetas. Cuando doña Adela me habla de amor, lo hace con la misma pasión que Diotima de Mantinea hablaba a Sócrates en la República. Y al igual que Diotima, piensa que hay "una belleza pura, simple, sin mezcla, no revestida de carne ni de vanidades perecibles, que existe eterna y absolutamente en sí misma y por sí misma, esa belleza Absoluta, Divina, cuya contemplación es el mayor mérito en esta vida".
Antes de elegir el sitio donde vamos a merendar, siempre pactamos quién va a abonar la cuenta. Y la única forma de saberlo es ver quién pierde la apuesta.
El juego es simple.
Lo inventó ella la primera vez que paseamos juntos por la Rambla, hace ya muchos años. Nada más llegar a la Fuente de Canaletas, nos dedicamos a observar a los turistas. Entonces, uno pregunta la nacionalidad de una pareja o un grupo que se aproxima y el otro debe adivinarla antes de que llegue a nuestra altura. Los jóvenes italianos son los más previsibles, porque parece que estén todo el día mirándose en el espejo. Los europeos del norte, al contrario, dan a entender que han tapado con cortinas todos los que tienen en su casa. Los marroquíes no resultan tan familiares, y hay tantos, que al llegar a la altura del Liceo nos da la sensación de que los turistas somos nosotros.
Hoy nos acercamos a una tienda de souvenirs, no para adivinar la nacionalidad de los que allí trabajan, que es evidente, sino para que ella, con su curiosidad de filósofa ateniense, pregunte por qué en una tienda de productos españoles tienen tanto protagonismo las fotos de Bob Marley y las espadas de samurai. Un dependiente le dice que sólo el encargado puede darle una explicación satisfactoria, y cuando éste llega, en vez de darle dicha explicación, le ofrece un descuento por la compra de un sombrero mejicano.
A mí me fascina la habilidad de dona Adela para adivinar nacionalidades y a ella le sorprende la mía para detectar carteristas. Naturalmente, yo tendría menos mérito si ellos tuveiran más cuidado, pero la falta de miedo convierte sus intenciones en algo tan predecible como la lluvia en un día nublado. Yo me encargo de detectarlos y ella se encarga de darles un pinchazo en el glúteo con la insignia que le otorgó la Cruz Roja.
- El patriotismo es algo más que ponerse firmes delante de una bandera - advierte, mientras los compinches se alejan preguntando al carterista, entre risas, el motivo de su grito.
Y con británica indiferencia, doña Adela extrae una toallitas de su bolso para desinfectar la aguja.
- Si por mí fuera, le habría clavado una banderilla. Pero ya ves lo difícil que resulta encontrar banderillas en una tienda española de souvenirs.
La insignia de oro de la Cruz Roja tiene un especial significado para ella. Aunque no es la única condecoración que posee. Yo valoro todas las que las autoridades han puesto en su abrigo, pero valoro aún más las que la vida ha clavado en su pecho.
Antes de llegar a la calle Petritxol nos paramos en la floristería donde, según ella, la rosa que siempre le regalo dura más de quince días. Después de que el pakistaní se la envuelva con exquisito gusto, ella se la acerca a la nariz, aun sabiendo que no huele.
- Lo importante de una rosa no es su perfume, sino el amor con que se regala.
Ella nunca me ha dicho que me quiere como a un hijo, pero uno de sus hijos le reprochó hace poco que mencionara mi nombre con tanta asiduidad. Yo tampoco le he confesado nunca la innegociable admiración que siento por ella, pero el hecho de que se me notara tanto impidió, en su momento, que me convertiera en su yerno.
Como los grandes filósofos, doña Adela no filosofa para pensar por los demás, sino para que los demás piensen por sí mismos, aunque lleguen a conclusiones diferentes a las de ella.
Ya en la granja, me explica:
- Para Platón, filosofar es una manera de aprender a morir. Morir para despertar. ¿Recuerdas los versos de don Gregorio?. "Vivir no es sólo existir/ sino existir y crear/ saber gozar y sufrir/ y no dormir sin soñar". Por cierto, ¿tú también crees que descansar es empezar a morir?.
Con habilidad de cirujano, corta el cruasán hasta convertirlo en trozos minúsculos y luego aprovecha para ponerlos disimuladamente en la boca de un Yorkshire que tiene al lado, sin que su dueño se entere.
- Ya sabemos que el chocolate es malo para los perros, pero peor es vivir con un dueño amargado.
Y cuando iba a contestar a su pregunta de si descansar es una forma de empezar a morir, ella continúa con su exposición:
- Hay que despertar para poder vivir con un mínimo de dignidad. Porque morir no siempre significa partir. Filosofar sobre la vida es la única certeza, cuando la eternidad nos resulta tan esquiva. Gracias a la filosofía he aprendido que no hay que vivir por los demás, sino para los demás. Y vivir para los demás es una bonita forma de existir. Cuando a Diógenes le preguntaban qué beneficios le aportaba la filosofía, explicaba el más importante de todos: ser capaz de vivir con uno mismo. Y ésto sólo se consigue cuando tú eres el anfitrión de tus propios recuerdos, y no al revés. Pero para ser anfitrión de tus recuerdos debes haberte reconciliado con ellos. Y los recuerdos, créeme, están tan unidos a tu prójimo, como las olas al mar.
A las ocho en punto nos encontramos de nuevo con la enfermera que la espera al otro lado de la calle, fuera del coche.
- Las épocas más felices de mi vida han sido cuando he sabido escoger a mis amigos y cuando he sabido seleccionar mis recuerdos. Prométeme, José, que nuestra amistad jamás se convertirá en un recuerdo.
Doña Adela acerca su mano a mi boca y yo beso el anillo que en su día le regalé a su hija.
- ¿Sabes ya por qué los humanos no padecemos cáncer de corazón?.
- Pues no.
- Porque sin corazón no podríamos resistir tanto sufrimiento -me sonríe, mientras veo cómo se aleja en su silla de ruedas.







De "Los artículos de José Escuder".

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